El cerebro tiene tres partes diferenciadas con la capacidad de funcionar en equipo y al mismo tiempo, de funcionar independientemente. Estas partes son: el cerebro racional, el cerebro emocional y el cerebro reptiliano.

  • El cerebro racional nos permite pensar, razonar, recordar y crear entre otras cosas.
  • El cerebro emocional influye en la regulación emocional.
  • El cerebro reptiliano es el que controla la distribución rápida de energía por el cuerpo, el estado de activación, el ritmo cardíaco y la respiración.

Ahora bien, cuando percibimos algo como amenazante (objetiva o subjetivamente), como una serpiente, “se enciende” una vía roja que se dirige al cerebro emocional para después ir al reptiliano, el cual responde y actúa rápidamente ante esa amenaza, dando una respuesta que no hemos llegado a pensar.

Es decir, cuando veo una serpiente mi cuerpo reacciona de forma automática (salgo corriendo o trato de matarla), poniéndose en marcha rápidamente para afrontar el peligro.

Paralelamente, ante el mismo estímulo existe una vía verde la cual se activa al mismo tiempo: esta línea ingresa en el interior del cerebro emocional a través del tálamo, el cual le ofrece esa misma información a una estructura cerebral llamada amígdala, para después llegar a la corteza occipital.

Toda la información que ha sido recogida en la amígdala y en la corteza occipital vuelve al tálamo, el cual devuelve esa información integrada al cerebro racional dando lugar a una respuesta adaptativa.

En el caso anterior, después de que mi cuerpo reaccione puedo pensar por qué he tenido miedo y comenzar a relajarme, ver que se trata de una serpiente de plástico porque alguien ha tratado de gastarme una broma y planear una venganza. Poco a poco el cuerpo va relajando esa activación inicial.

Sin embargo, muchas veces somos incapaces de rebajar esa activación por nosotros mismos, puesto que en ciertas situaciones (un accidente de coche, una mordedura de perro, una pelea, un abuso, maltrato, una ruptura con tu pareja, la muerte de un ser querido…) ha saltado la alarma de “peligro”, pero la vía verde no ha podido entrar en acción y darle palabras y sentido a ese malestar. Es por ello que, en muchas ocasiones reaccionamos y sentimos de forma “exagerada” a una situación y por lo que aparecen creencias erróneas o negativas (todo me sale mal, no voy a poder seguir adelante, nadie me va a querer nunca…).

En terapia, mis compañeros y yo buscamos una forma de integrar la funcionalidad del cerebro, de conectar la actividad de estas tres regiones para rebajar la intensidad emocional de la situación y así, mejorar la calidad de vida de las personas.

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